Cuando el daño llega donde más duele: violencia vicaria

Hace poco, en una de nuestras charlas, surgieron inquietudes sobre cómo las personas juzgadoras aplican (o no) la perspectiva de género. A partir de esa conversación, sentí necesario hablarles sobre un tema que sigue siendo invisible para muchos: la violencia vicaria.

La violencia vicaria es una forma de violencia profundamente cruel, son agresiones cometidas por hombres en contra de mujeres, utilizando a los hijos o hijas como medio para causar daño. No siempre es física ni inmediata. Muchas veces comienza con amenazas, manipulaciones o chantajes emocionales, y en los casos más graves puede terminar con la pérdida de la vida de los niños y niñas.

Durante la charla compartí la historia de una mujer que, tras años de violencia familiar, decide separarse para proteger a su hija. A pesar de más de 40 denuncias por maltrato y amenazas, el juez nunca actuó con contundencia. El padre terminó por sustraer a la niña, denunciar falsamente a la madre… y finalmente, ambos —la hija y el marido— fueron hallados muertos.

Este no es un caso aislado. Es una realidad desgarradora que muchas mujeres viven, y que el sistema judicial, tristemente, muchas veces no logra prevenir.

La violencia vicaria ha sido reconocida recientemente en México. Hoy está contemplada en la Ley General de Acceso de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia, en su artículo 6º. Sin embargo, no basta con que esté escrita en la ley: falta que las y los jueces la reconozcan y actúen con perspectiva de género, tal como les obliga el marco jurídico nacional e internacional.

A lo largo de la charla, también respondí preguntas del público. Por ejemplo, me preguntaron si cuando una mujer agrede a un hombre usando a los hijos, también se le llama violencia vicaria. La respuesta es no. La violencia vicaria, por definición legal y conceptual, solo se da de un hombre hacia una mujer, utilizando a los hijos como medio para mantener control, ejercer poder o infligir daño.

Otros fenómenos, como la alienación parental, pueden darse en direcciones distintas, pero no comparten el mismo origen ni la misma dinámica de género que define a la violencia vicaria. También abordé un argumento común entre quienes niegan su existencia. Algunas voces sostienen que la violencia vicaria es una invención para sobreproteger a las mujeres. Como expliqué, se trata de una violencia con raíces estructurales de género, similar a lo que distingue al feminicidio del homicidio. Negarla, invisibilizarla o relativizarla, solo agrava el problema.

También hablamos de la urgencia de que las personas juzgadoras estén verdaderamente capacitadas. No basta con tomar cursos, la verdadera capacitación se refleja en las sentencias, en cómo se protegen los vínculos madre-hija o madre-hijo cuando hay antecedentes de violencia. El problema es que esa capacitación, hoy en día, sigue siendo deficiente. Muchas resoluciones no reconocen la gravedad del problema, y eso se traduce en omisiones que pueden tener consecuencias fatales.

Como candidata al Tribunal de Disciplina Judicial, tengo claro que una de nuestras tareas será evaluar el desempeño de quienes imparten justicia, asegurando que se aplique la ley con sensibilidad, conocimiento y perspectiva de género. No se trata de castigar por castigar, sino de garantizar que la justicia llegue a tiempo, y no después de la tragedia.

Finalmente, también respondí a una pregunta muy importante: ¿cómo protege la ley a los niños y niñas víctimas de esta violencia? Existen mecanismos, sí. Se pueden dictar medidas para que las convivencias se realicen bajo supervisión, o incluso prohibirse si hay riesgo. También se pueden canalizar a terapias psicológicas. Pero todo esto solo funciona si las juezas y jueces escuchan, entienden y actúan con responsabilidad.

La violencia vicaria existe. Y mientras no la nombremos, no la veamos y no la enfrentemos desde el derecho y la conciencia, seguirá costando vidas.

Por eso, necesitamos una justicia que no llegue tarde. Que no minimice el dolor de una madre. Que entienda que proteger a una niña o un niño es una obligación legal… y también moral. 
Solo con juezas y jueces comprometidos, podremos construir un sistema de justicia verdaderamente humano.


Gracias por acompañarme en este camino. Te invito a ver la charla completa en YouTube


¡Compromiso, igualdad y justicia!

Dra. Liliana Hernández

Candidata a magistrada del Tribunal de Disciplina Judicial