Semblanza – Liliana Hernández Hernández

🌿 Orígenes que marcan
Nací en un pueblito de Guadalupe Tlachco en Santa Cruz, municipio de Tlaxcala; pero mis papás decidieron cimentar su familia en Ixtapaluca, Estado de México. Desde pequeña me inculcaron valores sólidos como el respeto, la honestidad, el esmero, el amor al estudio, el apoyo hacia la familia y, especialmente, la vocación por servir a la sociedad.

✊🏽 Infancia de lucha y aprendizaje
Estudié la primaria y la secundaria en instituciones públicas ubicadas en el oriente de la zona metropolitana. Ahí tomábamos clases al aire libre porque en la localidad no había escuelas —al menos durante mi primer año de primaria—, cargábamos nuestro pupitre todos los días de la casa a la escuela y viceversa porque no había mobiliario escolar y aprendíamos los cimientos del conocimiento a través de la relectura de los libros de texto gratuitos porque no contábamos con biblioteca.
En esas duras condiciones se conocen la amistad, la solidaridad y, sobre todo, el valor del esfuerzo. Si bien carecíamos de una adecuada infraestructura, lo compensaban las enseñanzas de muchas profesoras y profesores convencidos de transformar la sociedad a través de la educación. Recuerdo con gran cariño al maestro del taller de oratoria, Everardo García, quien nos enseñó que la elocuencia es una forma de manifestación de la palabra viva, de la palabra con sentido social cuando es congruente, transparente y honesta.

🎓 El reto del bachillerato
Pertenecí a la generación que se le aplicó por primera vez el examen único del Centro Nacional de Evaluación para la Educación Superior (CENEVAL) para estudiar el nivel medio superior y con base en mucho esfuerzo y dedicación logré ingresar en mi primera opción —el Colegio de Ciencias y Humanidades, Plantel Oriente, de la Universidad Nacional Autónoma de México—, algo que me parecía inalcanzable. En sus aulas adquirí una sólida formación académica e hice mía, sobre todo, su filosofía pedagógica de “Aprender a aprender, aprender a hacer y aprender a ser” —que he tratado de aplicar en la vida cotidiana, particularmente su apuesta por una actitud crítica frente a la realidad social—.
En el último año del bachillerato mi generación se enfrentó a diversas reformas al reglamento universitario que llevaron a movilizaciones estudiantiles, cuyo principal eje de lucha fue, entre otros, el derecho a la gratuidad de la educación proporcionada por el Estado —derecho humano protegido por nuestro orden constitucional, pero que, para esa época, se ponía en duda—.
Las protestas devinieron en una huelga estudiantil que se prolongó durante casi un año. Esa experiencia forjó en mí una mayor conciencia social pues, aunque no fui integrante del Consejo General de Huelga, estaba convencida de las justas demandas. Mis actividades específicas durante ese periodo fueron informar y concientizar a la gente a través del boteo en mercados, plazas públicas y en el metro de la Ciudad de México; participé en grupos de estudio organizados dentro del plantel en huelga hasta que la Policía Federal Preventiva tomó las instalaciones universitarias.
⚖️ El inicio de mi carrera profesional
Cuando cursaba el último año de la licenciatura en Derecho decidí cumplir mi servicio social en una institución en la que no sólo pudiera continuar con mi aprendizaje, sino también contribuir con aquéllos que más lo necesitaran. Opté por el Instituto Federal de Defensoría Pública del Poder Judicial de la Federación; a los pocos meses concursé por medio de examen y gané una plaza como Oficial Judicial adscrita a un Tribunal Unitario. Tenía veintitrés años y, desde ese asidero, comencé mi carrera profesional. A partir de entonces pude observar las deficiencias en el sistema de impartición de justicia: los formalismos que muchas veces se convierten en obstáculos en el acceso a la justicia y las necesidades de la gente por recibir orientación y asesoría de calidad, pero sobre todo con una visión empática y humana, por mencionar las más directas.
🎓 Formación continua y enfoque de género
Durante mi estancia en la Defensoría aumentó mi necesidad por actualizarme y nuevamente la UNAM me abrió sus puertas. Fue así que cursé la maestría en Derecho en su vertiente filosófica, donde aprendí diversas metodologías y teorías del Derecho pero, sobre todo, a mantener una visión crítica y propositiva ante el análisis del fenómeno jurídico y los retos por comprender la realidad que regula. Al concluir, el propio Poder Judicial de la Federación me dio la oportunidad de estudiar una maestría más, esta vez en Derechos Humanos y Perspectiva de Género. A partir de esa experiencia redireccioné mi modo de ver el Derecho, integré los “lentes del género”; aspecto que —a pesar de estar presente en toda mi vida— no había visibilizado ni concientizado. Gracias a esta oportunidad académica recibí una invitación para trabajar en la Contraloría de la Suprema Corte de Justicia de la Nación.
🏛️ Trayectoria en la Suprema Corte
Mi paso por la Suprema Corte en los últimos catorce años se ha concentrado en el área de responsabilidades administrativas, especialmente en la atención de casos relacionados con violencia sexual y laboral; sin embargo, el camino no ha sido fácil. A pesar de las reformas en materia de derechos humanos que habían entrado en vigor en 2011, cuando ingresé no había normativa interna especializada con visión de derechos humanos y menos con perspectiva de género; sin duda, esta perspectiva ha ido permeando con mucha lentitud y, a veces, hasta con reticencias en las y los operadores del derecho —es complicado derribar prejuicios y estereotipos institucionalizados y normalizados en las personas—. En tales circunstancias comprendí que no estaba en mis manos hacer cambios radicales ni transformar un sistema. En cambio, mis alcances como servidora pública se ceñían en construir adecuados parámetros de actuación en la atención inmediata de quienes demandaban mi servicio y, desde entonces, mi filosofía en el trabajo ha sido brindar un trato digno y empático a las personas, atenderlas con aptitud de servicio y proponer aquello que pudiera garantizar sus derechos.
🏫 Docente y aprendiz
La docencia ha sido una constante en mi camino profesional y una vía para compartir no solo conocimientos, sino también una visión ética del Derecho. Desde hace más de una década, he sido profesora en la Facultad de Derecho de la UNAM y en la Universidad Latina, impartiendo asignaturas como Teoría del Derecho, Obligaciones, Introducción al estudio del Derecho y Teoría del Delito. En estos espacios he acompañado a futuras abogadas y abogados en sus primeros pasos, promoviendo el análisis crítico y el compromiso social con la justicia.
En 2024 me integré al Claustro Nacional Docente de la Escuela Federal de Formación Judicial, donde participo en la formación de personas secretarias del Poder Judicial de la Federación. Esta labor ha reafirmado mi convicción sobre la importancia de la capacitación ética, rigurosa y con perspectiva de derechos humanos en quienes ejercen funciones jurisdiccionales. Enseñar también es formar criterios, valores y vocación de servicio: principios que guían mi visión para el Tribunal de Disciplina Judicial.

❤️ Maternidad y doctorado
A finales de 2012, el mismo día en que el Posgrado de la Facultad de Derecho de la UNAM me informó que había sido admitida en el Doctorado en Derecho, nacieron mis primeros dos hijos. Ambas noticias llenaron mi vida con gran júbilo y fueron, desde entonces, el reto más grande que he tenido en mis manos. Cuatro años más tarde, diversas circunstancias me llevaron a asumir sola la crianza de mis hijos. Tuve que hacer pausas en mi doctorado durante varias ocasiones y llegué a pensar que nunca lo concluiría. El tiempo fue largo, pero al final terminé la investigación doctoral con mención honorífica. Mi amor maternal y a la academia fueron el motor que me permitió sacar adelante esas responsabilidades a la par de mis responsabilidades laborales. En 2024, la vida me dio la grata sorpresa de ser mamá por tercera ocasión. Con ello llegaron nuevos bríos y, sobre todo, esperanza. A tal grado que, incluso, durante mi licencia de maternidad concluí mi trabajo de titulación en la Maestría en Derechos Humanos, Impartición de Justicia y Género.
⚖️ Visión de justicia con rostro humano
El filósofo Ortega y Gasset expresó: “Yo soy yo y mis circunstancias”, estas son pues las circunstancias que han hecho de mí la persona y la profesionista que soy. Sé lo que es construir una carrera con base en el esfuerzo y la dedicación, pero también sé lo que es pertenecer a un sistema judicial estático y renuente a los cambios sociales. Por eso aspiro a ocupar un lugar en el Tribunal de Disciplina Judicial, para que mi voz represente a las personas que, como yo, aún creen que la justicia es posible: una justicia para todas y todos, imparcial, con perspectiva de género, transparente y con un espíritu humanista.
✨ ¿Por qué quiero ser magistrada del TDJ?
Aspiro a ser magistrada del Tribunal de Disciplina Judicial porque quiero reivindicar el papel de la justicia como instrumento de cambio social, que elimine intereses ocultos y favoritismos y permita a todos y todas acceder a la justicia en condiciones de igualdad. Quiero ser parte de este proceso de transformación democrática, cuidando que quienes realicen funciones jurisdiccionales lo hagan asumiendo su compromiso de servicio en la función pública, bajo un esquema real de rendición de cuentas frente la ciudadanía.
La función jurisdiccional exige altos niveles de profesionalización que permitan elaborar sentencias fundadas, motivadas y debidamente argumentadas, pero resulta insuficiente cuando no está acompañada de un actuar honesto, imparcial y transparente, capaz de eliminar estereotipos que menoscaban los derechos. Por ese motivo, las personas juzgadoras se convierten en garantes de derechos y adquieren una gran responsabilidad que debe buscar materializar las aspiraciones de justicia social.
La justicia debe impartirse para todas las personas en condiciones de igualdad, sin olvidar la aplicación de herramientas como el enfoque de derechos humanos, la perspectiva de niñez y de género en aquellos casos que lo ameriten; además, debe ser accesible, imparcial y transparente, para ello, es indispensable que se fomenten valores como la honestidad, transparencia, imparcialidad, independencia, integridad y cercanía con la ciudadanía.